Pollería multada tras descubrir cucaracha en chimichurri: respuesta del restaurante fue cambiar el plato
En el mundo de la hostelería, donde la confianza del comensal es el verdadero capital, hay errores que no se perdonan. Y no hablamos de que el pollo esté un poco más dorado de lo habitual. Hablamos, señoras y señores, de una cucaracha nadando en chimichurri, como si estuviese de vacaciones en una piscina de perejil y ajo. El caso sucedió en la conocida pollería “Los Herederos”, en Magdalena del Mar, y terminó con una multa, una denuncia formal y, cómo no, un plato cambiado como única reacción inicial. Todo muy gourmet.
Del escándalo gastronómico a la sanción oficial
Era el 21 de diciembre de 2023 cuando una cliente, animada por el hambre y la tradición peruana del pollo a la brasa, decidió compartir una parrilla familiar con su acompañante. Lo que no esperaba era encontrar un intruso en la salsa chimichurri. Según su relato, una cucaracha apareció sin ser invitada, agitando patas entre las hierbas. El personal del local, lejos de activar un protocolo sanitario o, al menos, disculparse con algo más de seriedad, simplemente ofreció cambiar el plato. Sin más. Como si nada hubiese pasado.
Ante la indiferencia del restaurante, la cliente acudió al Libro de Reclamaciones e interpuso una denuncia ante el Indecopi. La respuesta de la empresa fue que “no se había verificado la presencia del insecto” y que “no había evidencia de plagas en sus instalaciones”. Aportaron certificados de fumigación, trampas para plagas, y hasta registros del control de desagües. Sin embargo, el video y las fotos aportadas por la comensal hablaban por sí solos. Y la cucaracha, en todo su esplendor, acabó costándoles una sanción de una UIT y el ridículo mediático.
Cuando el problema no es solo la cucaracha
Más allá de la anécdota escabrosa, el fondo del asunto deja entrever una realidad preocupante: la falta de protocolos reales de seguridad alimentaria en muchas cocinas comerciales. Porque no basta con fumigar cada tres meses o poner trampitas adhesivas en los rincones. Lo que marca la diferencia entre una cocina profesional y una bomba de tiempo es el nivel de prevención, supervisión y responsabilidad. Aquí entra en escena un elemento que muchos aún ignoran o minimizan: el sistema de extinción automática en cocinas.
Este tipo de sistemas, diseñados para activarse de forma autónoma en caso de incendio, son más que una exigencia legal: son una barrera entre la seguridad y el desastre. En las campanas extractoras de cocinas industriales —donde el aceite y las grasas se acumulan como enemigos silenciosos— contar con un sistema de extinción automática puede marcar la diferencia entre seguir operando o cerrar por una tragedia que pudo evitarse.
Licencias de actividad y prevención: una relación directa
No es casual que la mayoría de las licencias de apertura o actividad, especialmente en el sector de la restauración, exijan estos dispositivos como parte del plan de seguridad. No basta con tener una cocina reluciente; hay que demostrar que se han implementado medidas contra incendios, contaminación y accidentes. Y en este aspecto, los inspectores no perdonan. Si un establecimiento pretende abrir sin acreditar sistemas como el sistema automatico de extincion de incendios en cocinas, lo más probable es que su expediente termine en una papelera, junto a su reputación.
La historia de Los Herederos revela una desconexión entre el discurso de cumplimiento normativo y la realidad. Tener trampas para ratas no equivale a tener una cocina segura. Tener certificados de fumigación no reemplaza un buen sistema de prevención de riesgos. Y, sobre todo, ofrecer cambiar el plato tras encontrar una cucaracha no es una solución. Es una tomadura de pelo.
Cuando la licencia no existe, la multa sí llega
La sanción del Indecopi también puso en evidencia otro punto: muchas veces, estos negocios operan con una licencia que no refleja las condiciones reales del local. Algunas veces, ni siquiera tienen licencia válida. Lo que implica multas, clausuras y, en el mejor de los casos, una orden de regularización inmediata. En estos casos, recomendamos revisar en profundidad qué se necesita para evitar una multa por no tener licencia de actividad.
Implementar un protocolo de control de calidad, como el que ahora se exige a la pollería sancionada, debería ser lo básico. No una reacción ante el escándalo. Que un restaurante espere a recibir una denuncia pública para empezar a controlar sus alimentos habla de una dejadez preocupante. El problema, entonces, no es solo la cucaracha. Es la cultura del mínimo esfuerzo que termina, tarde o temprano, en sanciones ejemplares.
Lecciones para el sector gastronómico
La cocina no es solo un espacio de creación, sino también de riesgo. El fuego, los aceites, la grasa acumulada, las campanas extractoras sucias… todos son elementos que, mal gestionados, pueden transformarse en un peligro real. Por eso, desde el momento en que se concibe un restaurante, deben considerarse las medidas de seguridad alimentaria y contra incendios como parte del diseño estructural.
Los sistemas de extinción automática en cocinas industriales son cada vez más accesibles, eficientes y obligatorios. Pero siguen siendo, en muchos casos, los grandes olvidados. Hasta que pasa algo. Y cuando pasa, ya no hay vuelta atrás. Una cucaracha, por pequeña que sea, puede representar mucho más que un insecto: puede ser el símbolo de una cadena de negligencias.
El caso de la pollería Los Herederos es más que una anécdota desagradable: es una advertencia. El consumidor ya no perdona. El organismo regulador, tampoco. Hoy, más que nunca, tener una cocina limpia no es suficiente. Es imprescindible demostrar que existen sistemas activos, automáticos y profesionales que protegen tanto al cliente como al negocio. Porque la cucaracha en el chimichurri puede costar algo más que una multa: puede costar la reputación.