
El club de surf de Salinas sigue activo sin licencia y la Policía exige su lista de socios
Salinas despierta cada verano al rumor de las olas, a la piel salada de los surfistas, a las tablas que se alinean como soldados en la arena. Pero este año, el viento arrastra algo más que espuma: arrastra polémica. El club de surf que sigue funcionando sin licencia ha sido señalado por la Policía Local de Castrillón, que ahora solicita un registro detallado de sus socios, mientras en el Ayuntamiento se repite el mantra: “opera sin licencia”.
Jesús Carbajal, jefe del cuerpo policial, ha defendido que se actuó tras conocer que se habían cortado suministros tras una denuncia en la Guardia Civil. La escuela improvisada, camuflada bajo el disfraz de club privado, ofrece alojamiento, transporte, manutención y entrenamientos a menores, en un chalé que no cuenta con los permisos necesarios. Una actividad tan intensa como irregular, donde no hay apenas margen para los matices. Y todo, bajo una figura jurídica que muchos ahora observan con recelo.
Los padres, ajenos quizás al debate legal, firman con confianza el contrato del campamento, mientras otros negocios del litoral temen que esta permisividad abra la veda a la picaresca. Porque, cuando lo que está en juego son menores, la legalidad ya no es una opción. Es una exigencia.
Y aquí es donde entran en juego elementos clave que todo negocio, desde una escuela de surf hasta un centro comercial, debe contemplar. Uno de los pilares silenciosos, pero fundamentales, para la obtención de licencias municipales: las ignifugaciones.
Una empresa de ignifugaciones especializada puede marcar la diferencia entre un local habilitado y uno clausurado. Porque la prevención no se improvisa, se planifica, se documenta y se ejecuta con profesionales.
Legalidad, seguridad y surf: una ola que no todos saben surfear
Mientras el chalé de la calle Bernardo Álvarez Galán sigue funcionando, con menores rotando en turnos de campus, los empresarios del sector legalmente establecido lo ven con frustración: “Nosotros cumplimos con todo. Seguro, permisos, inspecciones, ignifugación de materiales, salidas de emergencia… y ahora resulta que cualquiera puede abrir un ‘club’ y saltarse todo esto”.
Y no es para menos. Las inspecciones municipales, cuando llegan, revisan desde los materiales de construcción hasta los sistemas de evacuación y resistencia al fuego. Si no se cumplen estos requisitos, no hay licencia. Y sin licencia, no debería haber actividad.
El certificado de ignifugación es hoy tan importante como el propio seguro de responsabilidad civil. Es una garantía para las familias, para el personal y para los ayuntamientos. Una declaración clara de que en ese espacio, ante un imprevisto, las llamas no encontrarán combustible.
La otra cara del surf: cuando el fuego es el riesgo silencioso
El caso del club de Salinas no es aislado, es sintomático. En verano, proliferan campamentos, cursos exprés, alojamientos temporales, muchos sin control. Y no basta con tener buena intención. En muchos casos, se alojan menores en inmuebles sin sectorización, sin salidas de emergencia señalizadas, sin materiales ignífugos. Si ocurre una desgracia, el “no sabíamos” no sirve.
¿Cuántos negocios operan sin que nadie pregunte si el espacio está preparado para contener un fuego? Y lo más grave: ¿cuántos negocios saben que no lo están, pero abren igual?
Por eso es esencial entender qué es un certificado de ignifugación y por qué es uno de los primeros documentos que un técnico municipal puede requerir al tramitar una licencia de actividad.
La frontera invisible entre club y negocio: ventajas, trampas y consecuencias
El argumento de que el club de surf es una entidad privada donde los socios contratan servicios de forma interna no ha convencido a las autoridades. En la práctica, ofrece los mismos servicios que una escuela: formación, alojamiento, manutención. El único cambio está en el papel, en el registro mercantil. Y eso es peligroso. Porque al margen de las licencias, hay algo más: la seguridad.
Las federaciones de surfing, tanto la española como la asturiana, ya han declarado que el club no está inscrito en sus registros, aunque reconocen que no es obligatorio. Y sin embargo, insisten en que “hay que cuidar esto porque se trabaja con vidas humanas, no con juguetes”.
Porque seamos claros: un club de surf no puede ser una zona de sombra legal para evitar inspecciones, licencias, normativas de seguridad o ignifugación. Porque en cuanto un menor cruza la puerta del local, la responsabilidad es máxima.
La ola que viene: inspecciones, control y cambios en la normativa
Los dueños de otras escuelas lo saben: esta polémica traerá cola. Las inspecciones se intensificarán. Y más de uno teme que pagarán justos por pecadores. Pero al mismo tiempo, muchos ven una oportunidad. “Por fin se revisará quién cumple y quién no. Y los que hemos invertido en legalidad, en seguridad, en ignifugación, podremos demostrarlo”, dice uno de los propietarios consultados.
Porque al final, lo que diferencia a un negocio serio de una aventura improvisada no es solo el papel. Es la preparación. Es la seguridad. Es el compromiso con quienes cruzan la puerta: clientes, alumnos, menores.
Licencias, seguridad y responsabilidad, por tierra y por mar
El club de Salinas podrá seguir compartiendo fotos en redes, agradeciendo a las familias y anunciando el siguiente turno. Pero la marea normativa está subiendo. Y las autoridades ya han tomado nota.
Si de verdad queremos un sector turístico, deportivo y educativo serio, cada detalle cuenta. Y sí, también los invisibles: los materiales de construcción, la sectorización de espacios, la resistencia al fuego. Porque, ante una emergencia, eso es lo que salva vidas.
Por lo tanto, no importa si se trata de un restaurante, una tienda, una residencia o una escuela de surf: la importancia de las ignifugaciones en los negocios, sean cuales sean y estén donde estén, no es una opción. Es el primer paso hacia la legalidad, la seguridad y la confianza.